Hace 86 años y 8 meses El Señor envió a Flora Margarita a un hogar que se llenó de chiquillos, los cuales prácticamente crió. Con los años esos chiquillos tuvieron sus propios y también nuestra Yayita se convirtió en la nana de todos. Durante su vida también adoptó a mucha gente a la cual ayudó y amo enormemente. Todos fuimos testigos de los jalones de pelo o de orejas de Yayita y vivimos en carne propia sus regañadas, cuando nos perseguía para majarnos los dedos por andar descalzos y cómo nos insistía en ir a misa, al catecismo, cómo nos nalgueaba antes de ir a dormir (al menos a mi) pero eso no era otra cosa más que su manera de demostrarnos su amor.

Siempre la recordaré corriendo de un lado a otro, siempre ayudando, socorriendo al enfermo, a los ancianos, tanto así que no se percató casi de que ella se convertía en uno de ellos. No he conocido otra persona que superara tantos trances críticos de salud o a la cual le hubieran puesto más veces los santos oleos.

Muchas veces fue difícil lidiar con su carácter, pero el de hace muchos años, porque supongo que fue el cansancio y los años lo que también le venció el carácter. Aunque muchos de los que están aquí no lo crean, Yayita se volvió muy dócil, obediente, y se volvió más dulce que el dulce que exigía en su café, que no era poco. Las personas que la cuidaron, en casa, hospitales, clínicas, siempre decían que qué buena que era, qué obediente y era muy cierto. Se tomaba sus medicamentos, a veces hacía berrenchín pero más por chineo que por otra cosa y mantenía su buen humor y su risa, esa risa donde mostraba sus colmillitos y su encía tan puramente.

Hubo mucha gente que la consintió y la cuidó en los últimos años, no quiero mencionar nombres pero como dice la canción “son amigos y no quiero dar nombres y apellidos porque de sobra ellos se saben aludidos”... Cada uno sabe el bien que le hizo en algún momento, o en muchos momentos. Le doy gracias a mi Dios que encontró a mucha gente que la amó tan incondicionalmente sin ser su sangre y también por la sangre que acudió desinteresadamente a su lado, por amor…Gracias por ello…Dios les bendiga.

No tuvo sus hijos, pero los tuvo todos también. Yayita era de todos y todos éramos de ella. Muchos se la perdieron, y no tuvieron la capacidad de regocijarse con la maravillosa persona que era…se la perdieron cantando.. sí…cantando!!! Una canción que cantaba mi abuelo, su papá. Hasta bailando o haciendo que bailaba…… riéndose a carcajadas con las bromas de los que estuvieron cerca y la cuidaron y la amaron tanto en sus últimos años que con ello no la dejaron perder el ánimo. Algunos se perdieron de esa viejita pequeñita, encorvadita, tan fuerte, tan llena de amor para todos, con tanto para dar y tanto amor al prójimo, a todo el prójimo, hasta al más ingrato. Ella vivió con Dios y Dios vivió en ella.

Yayita siempre será un ejemplo y a todos los que la conocimos y tuvimos el privilegio de compartir con ella nos marcó la vida…Dios bendiga a tantos que la atendieron, la chinearon, la cuidaron, se desvelaron con ella, lloraron con ella, hasta la defendieron y la amaron y con esto ayudaron a prolongar su vida con nosotros…. Ellos siguieron el ejemplo de amor al prójimo que ella nos mostraba y enseñaba y que lamentablemente algunos ni siquiera conocen...

Durante su vida y sus enfermedades, tantas veces dijo que quería irse con su mamá, le pedía a Diosito que se la llevara; ese Dios que junto a su madre era el primero en nombrar cuando caía enferma o tenía una crisis, pero el querer morir era de la boca para afuera, a fin de cuentas siempre luchaba por salir adelante de sus enfermedades, ella era una sobreviviente, hasta este último momento donde, aunque dio la lucha hasta el final, El Señor en su misericordia decidió librarla del dolor, del sufrimiento que pudo haberse prolongado, siempre en Su tiempo. Hoy, Yayita está donde siempre quiso y luchó por estar: al lado de Nuestro Padre, feliz, sin dolor, y haciendo lo que hizo siempre: cuidándonos.